Érase una vez que se era... una perrita juguetona.
No era la mejor de las perritas... ni tampoco la peor.
Simplemente... era una perrita... que disfrutaba viendo contento a su Dueño.
Aquel día... la perrita estaba incómoda.
Su olfato le decía... que algo no marchaba bien... y lo verificó... en el mismo momento... en que le sintió llegar.
Con suavidad... su Dueño... trató de alejarla de Él... y sin darse cuenta... terminó dentro de una jaula.
Una jaula... que no era la de siempre.
No importaba... a fin de cuentas... seguía siendo jaula... y le permitía estar... lo suficientemente... cerca... de su Dueño.
Aunque no le faltaba... ni comida ni bebida... echaba de menos la cercanía... la caricia distraída... y todas las cosas... que su Dueño le regalaba.
Llegó otro día... en el que su Dueño... la sacó de la jaula... y se puso a hablar con ella.
Hacía tiempo... que había aprendido el lenguaje de los humanos... y entendía perfectamente... lo que su Dueño le decía... y lo que se callaba.
Casi en silencio... llevó la patita hasta su collar... y se lo quitó... dejándolo a sus pies.
En el fondo... ansiaba que le volviera a poner el collar... aunque la volviera a encerrar en la jaula... la única jaula... que no le gustaba... pero no fue así.
Su Dueño recogió el collar... no la llevó de nuevo a la jaula... y dejó abierta... la puerta de su morada.
La perrita... a veces... entra silenciosamente en la jaula... esa que no le gusta... y duerme allí.
Dicen que... a veces... se la oye aullar... lastimeramente.
La perrita... quisiera postrarse de nuevo... a los pies de su Dueño... y lamer sus pies... sus manos...
Cerca permanecen... los de la protectora de animales... dándole calor... cuando tirita de frío... pero nada ni nadie... puede darle el calor... que le daba su Dueño.
A veces... da un paseo por los alrededores... sin alejarse demasiado... por si se pierde.
La aterroriza perderse... y no saber encontrar... el camino de vuelta.

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