sábado, 26 de marzo de 2011

Las cuatro habitaciones (III)


En la tercera habitación había una ama vestida con cuero negro y un antifaz azotando a su esclavo que estaba de pie, desnudo, atado formando una cruz.....


Mi amo me dejó delante del sumiso, con las manos colocadas detrás de mi cuello y se retiró a la penumbra de la habitación, colocándose en algún punto a mis espaldas. Me sentí abandonada por él.

El ama no dejó de azotar a su sumiso con nuestra llegada, más bien pareció incrementar la fuerza de los azotes.

Yo temblaba imaginando ese látigo en mi espalda. Mi amo nunca lo ha usado conmigo aún y esa mujer parecía manejarlo con destreza.

Con detenimiento, observé al sumiso empezando desde los pies.


Debía estar muy incómodo, pues apenas se apoyaba con la punta de los dedos. El pene, muy duro, tenía una pinza justo en la punta y dos más en sus huevos, unas pesas colgaban de su miembro lo que hacía que estuviera anormalmente hacia abajo. En los pezones le habían sido colocadas unas pinzas dentadas y los tenía ya morados, por lo que debía llevar ya mucho rato con ellas. Los brazos estaban tensos, mostrando unos buenos bíceps. Pero lo que más me llamaba la atención era su cara: tenía la frente perlada por el sudor, en sus ojos se podía leer la excitación que sentía y sus dientes mordían sus gruesos labios, no sé si para evitar gritar por el dolor o gemir por el placer.

Empecé a tener miedo. Era la primera vez que veía a un hombre así y la escena me parecía muy fuerte. Quería cerrar los ojos y sin embargo no podía apartar la vista. No, en realidad quería huir de allí. Mi amo estaba en algún punto de la habitación y me había abandonado en manos de esa ama que me parecía muy dura. Y lo peor era que junto al rechazo que sentía por todo lo que estaba viendo, notaba mi sexo húmedo.

De pronto el látigo dejó de oirse. El ama metió la empuñadura del látigo con forma de pene en la boca del sumiso, luego le quitó las pinzas y pellizcó sus pezones sin compasión. Le quitó las pesas. Con un pequeño látigo, desprendió las tres pinzas de sus genitales, de forma tan rápida y seca que el dolor lo sentí como propio. La verga del sumiso salió disparada hacia arriba, erguida. Usaba ese látigo para enrollarlo alrededor del pene y estirar de él. Me la quedé mirando incrédula. Ella se dio cuenta y se dirigió hacia mí con paso lento mientras se quitaba el antifaz, lo que hizo que empezara a temblar.

De repente, una bofetada me hizo girar la cabeza.

¿Qué modales son esos?, ¿cómo te atreves a mirarme a los ojos?
Perdón, Señora,- repliqué rápidamente agachando la mirada. (Estúpida, eso es lo que yo era, una estúpida por olvidar que no se puede mirar a un amo/a a los ojos. El que mi amo me lo permitiera, e incluso a veces me obligara a ello, no era excusa para olvidar una norma tan elemental).

Así que tu eres la sumisa de Javier ¿eh?

Sí Señora
Francamente, no sé que ha podido ver en ti, - me dijo empezando a dar vueltas a mi alrededor- Jajajajajajajajaja, mírate, no vales nada: poco culo, pecho pequeño y algo caido. Los pezones y ese clítoris enorme que tienes es lo único que se salva un poco, por que además, tampoco eres especialmente bonita y te olvidas de las normas con excesiva facilidad. ¿Quién te ha dado permiso para contemplar a mi sumiso como lo hacías antes?

Totalmente humillada, la voz se negaba a salir de mi garganta. Ella era una mujer espléndida: con poco más de 30 años, tenía unas esculturales y largas piernas bien torneadas, un culo redondo y firme, unos pechos perfectos, posiblemente una 95, sus ojos de un color verde intenso y su boca tenia unos labios carnosos y jugosos. Su negro cabello enmarcaba un rostro perfecto. Efectivamente, a su lado, físicamente yo no valía nada.

"Tranquila, María. Le gustas a tu amo. Él te ha escogido. Eso es lo único que debe importarte", me decía a mi misma intentando recuperar un poco de mi orgullo maltrecho.

Plaf, plaf. Esta vez fueron dos las bofetadas.

Contesta cuando se te pregunta, sumisa

Perdón, Señora. Nadie me dio permiso para mirar a su sumiso

¿Te gusta mi sumiso?

No Señora

Vaya, vaya, ¿quién te crees que eres? ¿cómo te permites despreciar a mi sumiso?

No lo hago Señora, solo soy sincera
mmmmmmmm, si no te gusta, no tendrás inconveniente en azotarlo ¿verdad?,- me dijo sacando el látigo de la boca de su sumiso y tendiéndomelo

Nunca he castigado a un hombre, Señora, no me gusta

Que te guste o no me importa poco, HAZLO


Con el látigo en la mano, temblando, me situé detrás del sumiso. Tenía la espalda completamente roja por los azotes que hacía poco había recibido. Intenté levantar el látigo, pero estaba paralizada, no podía hacerlo. Los segundos trascurrían lentamente y yo era incapaz de moverme. Miles de pensamientos se agolpaban en mi mente: tenía que obedecer y rápido; en la sumisión no se cuestionan las órdenes, se obedece y además se hace con rapidez; mi amo me estaba contemplando desde algún punto de la habitación y si no intervenía debía tener sus razones, razones que yo no alcanzaba a comprender. Las lágrimas amenazaban por escaparse de mis ojos.

No es tan difícil, perra sumisa, ¿A QUÉ ESPERAS?

No puedo, Señora, no puedo hacerlo, por favor no me obligue

No vales para nada, eres incapaz de obedecer una orden sencilla. HAZLO, PUTA O TU OCUPARÁS SU PUESTO


Esta vez, me giré desafiante, nadie puede llamarme perra o puta si no es mi amo. Sólo él tiene ese derecho. La miré a los ojos, aún sabiendo que estaba a punto de pronunciar las palabras que me llevarían a un duro castigo, pero lo sufriría por mi amo

Perdón, Señora, pero no puede llamarme así. Esos nombres solo puede emplearlos mi amo: soy SU PERRA, SU PUTA, pero de nadie más

Jajajajajajajajaja, eres lo que yo quiera que seas. Tu amo me está escuchando y no está haciendo nada, luego me está autorizando hacerlo. Tu rebeldía te va a costar muy cara, perra. Ponte de rodillas delante de mi sumiso y chupale la polla mientras lo preparo todo para tu castigo y más vale que le guste.


Sin otra alternativa, me arrodillé ante su sumiso, no sin antes percatarme de la sonrisa maliciosa que se dibujaba en su rostro. Tenía líquido preseminal en la punta y me dio náuseas. Yo, que tanto disfrutaba con la polla de mi amo en la boca, sentía rechazo ante la que me veía obligada a chupar.

El ama soltó a su sumiso, mientras yo intentaba darle el mayor placer posible.

Fui colocada en la misma posición que antes había tenido el sumiso. Atada con los brazos en alto y las piernas separadas. El sumiso estiró mis pezones todo lo que daban de sí con brutalidad, el ama colocó dos pinzas en ellos. Luego hicieron lo mismo con mi clítoris. Pasaron una cadena sujetando las tres pinzas y colocaron pesas de forma que tanto los pezones como el clítoris caían hacia abajo. El dolor era insoportable y no pude evitar gritar.





Calla, perra, o te amordazaré,- me dijo el ama

Lo intenté. Intenté no gritar. Pero mi amo nunca había sido tan duro conmigo y además el sumiso se divertía estirando de las pesas hacia abajo, con lo cual mi dolor se incrementaba. Y grité de nuevo, supliqué para que pararan. Y el ama me puso una bordaza con una bola.

Aterrorizada, el sumiso se acercó a mí de nuevo con una vela encendida. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Lentamente, empezó a llenar mis pechos, mis pezones y mi sexo con la cera. Gota a gota. Mis gritos quedaban apagados por la mordaza. Mi cuerpo se estremecia ante cada gota. Hasta que una capa blanca de cera no me cubrió, no paró. Intenté soltarme aun sabiendo que era imposible.

Me dieron unos segundos de respiro. Mi pecho subía y bajaba aceleradamente.

Entre las lágrimas, vi acercarse a mi amo. "Por fin, ahora cesará todo, mi amo pondrá fin a esto", pensé. ¡Qué equivocada estaba!.

Mi amo soltó las tres pinzas y sin previo aviso introdujo dos dedos en mi sexo. ¡No podía ser!, habían entrado sin dificultad. Con los ojos bien abiertos contemplé esos dedos que puso ante mi cara ¡estaban completamente mojados por mis jugos!. En ningún momento había sido consciente de que estuviera excitada. Me quitó la mordaza y me los puso en la boca para que se los limpiara. "Ya ha terminado todo, solo falta que me suelte. Suéltame amo", le pedí con la mirada.

En vez de eso, volvió a ponerme la mordaza. Escuché el restallar de un látigo. Lo sentí en mi espalda. El sumiso se había colocado detrás de mí y me castigaba sin compasión. Espalda, nalgas, pechos, sexo, piernas, muslos. Todo mi cuerpo recibía latigazos.

Mi amo ya no me prestaba atención. El ama y él fundidos en un abrazo, se besaban ajenos a mí.

En una increíble danza llena de sensualidad y erotismo ambos amos se desnudaban mutuamente. Acariciaban sus cuerpos.

Mi amo tomó en sus brazos al ama y la tumbó con suavidad en la cama, justo delante de mis ojos. Había mucha pasión en los movimientos de ambos. Ternura. Eran un hombre y una mujer amándose. En completa sintonía.

Celos, rabia, ira, todo se acumulaba en mi interior.

Yo no podía sentirme más humillada, o eso creía.

Mi amo disfrutando con otra mujer. Un sumiso castigándome brutalmente con un látigo. Mis pechos y mi sexo llenos de cera, cera que se iba desprendiendo cuando el látigo tocaba esas zonas, provocando un dolor semejante al de mil agujas clavándose en mí. Y por encima de todo la escena que estaba contemplando emanaba tal sensualidad que sentía mis jugos resbalando por mis piernas. Estaba excitada.

Justo cuando mi amo penetraba al ama, el pene del sumiso entró dentro de mí: "tu mayor humillación, mientras tu amo disfruta con otra mujer, un sumiso te folla. Te vas a correr. Yo me voy a correr. Pero el orgasmo te lo habré provocado yo y no tu amo. Será mi leche la que se quede dentro de ti, no la de tu amo", me decía el sumiso en cada embestida.

Lloraba y disfrutaba a la vez. El sumiso tenía razón. No podría volver a mirar a mi amo a los ojos. Me correría sin su permiso con una polla diferente a la de mi amo. Recibiría una leche diferente, mientras mi amo disfrutaba de otra mujer totalmente ajeno a mí.

La peor de las humillaciones para terminar la sesión.

En la cuarta habitación había una ama impresionante, vestida con un traje de cuero rojo brillante que golpeaba sus altísimas botas con una fusta mientras se paseaba impaciente y que a pesar de su belleza daba miedo.

jueves, 24 de marzo de 2011

Las cuatro habitaciones (II)

Antes de entrar en la segunda habitación, mi amo me arrinconó contra la pared y mientras metía dos dedos en mi sexo y con la otra mano pellizcaba uno de mis pezones, me dijo:

El amo que vamos a ver se llama Tomás, pero tú te dirigirás a él como señor. YO SOY TU ÚNICO AMO.

Obtuvo a su sumisa a cambio de salvarla de la quiebra y tienen un pacto entre ellos: ella nunca demostrará lo complacida que se siente siendo su esclava. Ninguna emoción se reflejará en su rostro. Nunca le suplicará que la permita correrse. Y sobre todo, nunca gemirá en voz alta. Es su forma de mantener su orgullo intacto o eso cree ella, aunque lo cierto es que disfruta de su dominación.

El amo Tomás sabe que es una pose y quiere quebrar su orgullo. Tiene dos meses de plazo para cambiar eso. Si lo consigue, ella pasará a ser de su propiedad por entero y mientras que él desee retenerla a su lado. De no conseguirlo, ella recuperará su libertad y sus posesiones. El plazo está a punto de cumplirse.

Si te cuento todo esto, es porque quiero que te retuerzas de placer, que gimas, grites y supliques como nunca. Nadie puede permanecer impasible ante ti cuando te comportas como una perra en celo y esa sumisa no va a ser diferente. ¿Lo has entendido, esclava?

 Sí, amo, me comportaré según tu deseo.

 Bien, putita mía, vamos para adentro

En la segunda habitación, el amo Tomás, vestido únicamente con un batín de seda, estaba recostado en un sillón fumando, su esclava estaba a sus pies, desnuda, con su collar de perra y en posición de reposo esperando órdenes.

Conforme íbamos entrando en la habitación, pude observar que el pie del amo se perdía entre las piernas de su esclava.

Los dos amos se saludaron con una leve inclinación de cabeza.

Mi amo tomó asiento en el sillón que había libre a la derecha, dejándome de pie frente a ese desconocido de mirada penetrante, con la cabeza levantada. Siempre es igual, basta que yo quiera mantener la vista agachada, bien por vergüenza, bien por humillación, para que mi amo desee justo lo contrario.

Ante un gesto de su amo, la esclava agachó la cabeza para lamer los dedos de sus pies, probablemente impregnados de sus propios jugos. Se incorporó y sirvió bebidas a los dos amos, quedando entre ambos de pie, las manos en la espalda, mirándome tan fijamente como su amo y las piernas abiertas para que cualquiera de los dos pudiera tener fácil acceso a ella.

Mi amo me hizo un gesto rotativo con el dedo para que me fuera girando lentamente y pudieran contemplarme bien.

¡Acércate y ponte de rodillas delante de mí!,- me dijo ese amo desconocido

Haz lo que te dice el amo Tomás, esclava

Sí, amo

El amo Tomás se abrió un poco su bata, dejando al descubierto su erguido miembro. No necesité más indicaciones. Me puse a lamer con fruición, haciendo ruiditos con mi boca que delataran el enorme placer que sentía al hacerlo. Mientras, por el rabillo del ojo veía como ambos amos se turnaban para introducir dos dedos en el sexo de la otra esclava. Dedos que luego, bien impregnados de los jugos de la sumisa, alternativamente, introducían en mi boca para que los limpiara bien.

Ponte de rodillas detrás de esta esclava y cómele el coñito,- dijo el amo Tomás a su sumisa

Yo me abrí un poco más para facilitarle la tarea, mientras que los dos amos se situaban de forma tal que podía ir chupando alternativamente las dos pollas. Cuando tenía una en la boca, con la mano masturbaba la que estaba fuera.

La sumisa del amo Tomás o bien había comido muchos coñitos o bien estaba disfrutando realmente de la situación, pues no solo lo hacía como una verdadera experta, sino que también se dedicaba a lamer mi culito y a introducir dos de sus dedos, que previamente lubricaba en mi húmedo sexo.

Ni que decir tiene que yo estaba completamente excitada, tanto por el placer que estaba recibiendo, como por tener a mi disposición dos pollas. Excitación que provocaron en mí los primeros gemidos y la habitual orden de mi amo: "¡NO PUEDES CORRERTE, NO TIENES PERMISO! ".

Esa orden, siempre hace que mi excitación crezca y me acerque más al orgasmo. Fue el momento que ambos amos eligieron para hacernos parar y ponerse de pie.

El amo Tomás sacó una enorme maleta de un armario y la dejó abierta encima de la mesa. Sacó unas esposas de cuero para pies y manos que le tendió a mi amo y él cogió otras.

El amo Tomás se las puso a su sumisa y llevándola al centro de la habitación la sujetó de las muñecas a unas argollas que bajó del techo. Las esposas de los pies llevaba unas anillas en las que sujetó una barra, quedando de esta forma las piernas de su sumisa bien separadas. Cogió un látigo, cuya empuñadura tenía forma de pene y se lo dio a chupar, dejándoselo metido en la boca. Regresó a la maleta de donde cogió unas pinzas dentadas unidas por una cadena de las que colgó dos pequeñas pesas. Luego, cogió otras dos pinzas que puso en sus labios vaginales, también con dos pesas, que se los estiraban de forma grotesca. Su amo, cogió el látigo y empezó a azotarla sin ningún cuidado. Pronto su espalda, culo, pechos y sexo estuvieron colorados.

Y sin embargo, la cara de la esclava no trasmitía ninguna emoción. Ni placer, ni dolor. Ni un leve gesto. Sólo el brillo de sus ojos dejaba trasmitir algo, pero yo era incapaz de interpretar lo que era.

Mientras contemplaba atónita la escena, mi amo me ató a una silla, de forma que mis pechos quedaban sobre el respaldo y mi sexo y mi culo totalmente expuestos a la vista de la sumisa y su amo. En un vaso puso unos cuantos cubitos de hielo. Hielo que pasaba primero por mis pechos y pezones y luego introducía alternativamente en ambas sitios, hasta meter cinco en cada uno de mis agujeros. Cogió un vibrador grande y lo introdujo en mi sexo, en marcha, al máximo. Al mismo tiempo, con uno un poco más pequeño, acariciaba mi clítoris. Justo delante de mí, había un espejo a través del cual pude ver que la sumisa no perdía detalle de nada.

Poco a poco, el hielo se fue deshaciendo dentro de mi cuerpo debido a la excitación que sentía. A pesar de la incomodidad de la postura, empecé a moverme de forma que mi amo entendiera que deseaba ser follada. Gemía, aumentaba el ritmo, me mordía los labios y empecé a suplicar el orgasmo que me era negado una y otra vez.

Mi amo sacó el vibrador de mi sexo y puso el vaso debajo para recoger toda el agua que salía. No voy a decir que estaba ardiendo, pero sí muy caliente. Se acercó a la otra sumisa y la vertió por sus pechos para que notara el calor. Por fin pude descifrar en sus ojos la sorpresa y un destello de excitación y eso me hizo suspirar y pedirle a mi amo que no me dejara, que siguiera conmigo y que me hiciera llegar al orgasmo.

Nuestros amos nos soltaron. A mí me ataron de pies y manos a la cama. Por primera vez, mi amo vendó mis ojos. Durante varios minutos no oí nada. Mi pecho subía y bajaba preso de la excitación y notaba como mis jugos resbalaban entre mis piernas. Sentía seis pares de ojos observándome.

Enseguida empezó el juego. Seis manos y tres bocas me acariciaban, me besaban, mordisqueaban, pellizcaban, azotaban, se introducían en mi cuerpo. Me resultaba imposible descifrar a quién correspondía cada gesto. Solo mi boca era capaz de saber si lamía la polla de mi amo, la del amo Tomás o si chupaba los pezones de la sumisa o su sexo.

A estas alturas, yo me estaba retorciendo como una posesa, suplicando correrme cada vez que mi boca quedaba libre, gimiendo desesperadamente por un orgasmo que me era negado una y otra vez con un azote en el clítoris que adivinaba de mi amo.

De repente, todo cambió. La venda de mis ojos fue retirada. Las tetas de la sumisa quedaban a la altura de mi boca y yo le mordía los pezones. El amo Tomás la penetraba con fuerza desde atrás como a una perra mientras la azotaba de vez en cuando en el culo. Mi amo se dedicaba a mi sexo con el vibrador con su habilidad característica. La escena era delirante.

El amo Tomás gritaba:

¡¡¡¡GRITA, PERRA, QUIERO OIRTE!!!!

Yo:

Amoooooooooo, por favorrrrrrrrrr, te lo suplicoooooooooo, deja que me corraaaaaaaaaaaa

Mi amo:

Aún no puedes correrte

De improviso, la sumisa empezó a besarme y a mordisquear mis labios, completamente fuera de sí. Yo mordí su oreja y le susurré con la voz más tierna y cargada de pasión que pude:

A la orden de mi amo, correte conmigo, por favor, me gustaría tanto...

No podré,- me replicó también en un susurro

Sí podrás, solo tienes que dejarte llevar. Hazlo te lo suplico

Lo intentaré

Amoooooooooooooooo, yaaaaaaaaa, por favor, ya no lo soporto, no aguanto mássssssssssssssssss, deja que me corra, te lo suplicoooooooooooooo,- empecé a rogar, aumentando mis gemidos y retorciéndome aún más

Está bien, perrita, CORRETEEE, TU AMO TE LO ORDENA. AHORAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

En ese mismo momento, estallé en un gran orgasmo con tal fiereza que casi derribo al amo Tomás y a su sumisa.

Al oirme, también el amo Tomás se vació dentro de su sumisa, justo en el preciso instante en el que ella gritaba:

Ohhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, me corroooooooooooooooo, que buenooooooooooo

Ambos se dejaron caer en la cama a mi lado. Exhausto. Mi amo me contemplaba con orgullo. Yo le respondí con una sonrisa cómplice y llena de felicidad. Se acercó a mí y acariciándome con suavidad la cara, me besó y me preguntó:

¿Estás bien, perrita mía?

Sí, amo, pero...,- le dije traviesa

¿Pero qué, esclava?

Me falta tu leche, amo

Jajajajajajajajajajajajajaja, así me gusta mi putita, siempre deseosa de tu amo

Y sin tener que repetírselo dos veces, mientras seguía atada y mi sexo aún se estremecía con los últimos coletazos del orgasmo, me dediqué por entero a la polla de mi amo, hasta que conseguí beberme toda su leche y dejársela bien limpita.





En la tercera habitación había una ama vestida con cuero
negro y un antifaz azotando a su esclavo que estaba de pie, desnudo, atado formando una cruz.....

martes, 22 de marzo de 2011

Las cuatro habitaciones (I)


Mi primer Amo... tenía una obsesión... y ésta era... la de verme follar con una mujer... algo que... nunca sucedió.

A él... le gustaba como escribía... y le compuse una serie de relatos ficticios... con su obsesión.


En aquella época... aún no usaba los puntos suspensivos... ni me había convertido en... arcilla.


En aquella época... apenas era una aspirante a sumisa... que por orden de su Amo firmaba y se presentaba como... esclava maria.


Hablamos de... septiembre del 2005... y este es el primero... de una serie de cuatro relatos...


Las cuatro habitaciones (I)


Vestida tan solo con mi collar de perra, entré detrás de mi amo en aquella enorme habitación presidida por una gran cama con dosel. Tumbada en ella había una mujer, con un escueto tanga y un sujetador color malva que apenas cubría sus generosos pechos. Con los ojos cerrados y una sonrisa en su carnosa boca, se acariciaba con mucha suavidad, muy lentamente, como una gata perezosa.

Mi amo se detuvo en el centro de la habitación. Yo mantenía la cabeza baja, más por vergüenza que por habérmelo ordenado mi amo, ya que normalmente me permite tener la vista alzada para poder "ver" todas las emociones que se reflejan ella.

Con movimientos felinos, la mujer se acercó a mi amo y le propinó un increíble beso en la boca. La punzada de los celos me atenazó el estómago. "Tú eres su favorita, no lo olvides", me decía en mi interior. "Hoy tienes que demostrarle a tu amo que te mereces serlo". "Haz que se sienta orgulloso de ti", me repetía una y otra vez.

Ana, te presento a mi esclava favorita. María, esta es Ana, la mujer con la que realizarás mi deseo,- dijo mi amo poniendo un dedo en mi barbilla y obligándome a levantar la cara

Sí, amo, lo que tu me ordenes,- repliqué con un hilo de voz, quebrada por los nervios

Tranquila, María, verás como te gusta,- dijo Ana- como ya le dije a tu amo, me encantará iniciarte en los placeres que se pueden obtener con otra mujer


Acompañó a mi amo hasta un sillón cerca de la cama donde le pidió que se sentara.

Me gustaría que le quitaras el collar. Que se sienta libre y mujer para disfrutar y sobre todo, que le permitas alcanzar el orgasmo sin necesidad de pedirte permiso

De acuerdo, por ser su primera vez, te lo concedo, pero tan sólo hasta que se corra la primera vez, después de eso volverá a ser mi puta perra y ya no le permitiré ninguna libertad más. Acércate perra y ponte de rodillas delante de tu amo.

En posición de descanso, mi amo introduce dos dedos en mi coñito mojado.

Estás mojada como una perra en celo. ¡MI PERRA!, no lo olvides. Sube a esa cama y demuéstrame lo puta que eres,- me dice mientras me quita el collar besando mi boca con fiereza y pellizcándome un pezón- Si me miras una sola vez, te pondré de nuevo tu collar y se te acabarán los privilegios que acabo de concederte. Hayas llegado al orgasmo o no. ¿Entendido, esclava?


Sí, amo

Ana me coge de la mano y me tumba con suavidad en la cama. Yo me dejo llevar sintiéndome aún más desnuda sin mi collar. Necesito a mi amo a mi lado. ¿Cómo es que no se dan cuenta?.

Tranquila, María, relájate, no hagas nada que no desees. Cierra los ojos si lo deseas y simplemente siente mis caricias en tu cuerpo. Ya te llegará el momento de actuar, pero ahora, déjate llevar,- me dice Ana suavemente junto a mi oído

Lentamente, empieza a besarme muy suavemente: los párpados que mantengo cerrados, la nariz, las mejillas, un suave roce en los labios. Sus manos acompañan cada milímetro de mi piel es leves caricias. Continúa por el cuello, mis hombros, bajando muy despacio hasta mis pechos, Los acaricia tan levemente que no puedo evitar un estremecimiento de gusto. Su lengua rodea mis tetas sin llegar al pezón, bordeándolo. Va de un pecho a otro mientras su mano se desliza por mi estómago plano hasta llegar a mi sexo.

Como si de la caricia de una pluma se tratara, pasa sus uñas bien cuidadas por los labios, subiendo y bajando por cada uno de ellos. Cuando sus dientes atrapan uno de mis pezones, mete un dedo en mi coñito ya mojado y un gemido brota de mi garganta.

Sorprendida por la respuesta que está teniendo mi cuerpo, abro los ojos y Ana de forma intuitiva me mira. Mete dos dedos en mi sexo y con un tercero acaricia mi clítoris. Sus ojos calibran mis respuestas. Los míos le trasmiten mi excitación. Acelera los movimientos y yo me arqueo para sentirla más dentro de mi cuerpo.

Poco a poco, voy dejando a un lado la vergüenza y tímidamente empiezo a acariciarla. Llevo mis manos hasta sus generosos pechos y juego con ellos por encima de su sostén. Le saco los pezones, los acaricio, los pellizco. Ana no para en ningún momento de meter y sacar sus dedos dentro de mí.





La excitación crece por momentos.

Desabrocho su sostén y lo tiro lejos. La tumbo en la cama y le quito su tanguita. Desnudas las dos y libres ya de inhibiciones nos dedicamos durante un rato a besarnos, acariciarnos y a frotar nuestros cuerpos: pecho con pecho, sexo con sexo.

Poco a poco, Ana se va situando entre mis piernas. Besa mi sexo antes de centrarse en mi punto de placer, en mi clítoris. Es buena, muy buena usando la lengua. Le dá golpecitos, baja por los labios hasta mi humedad, succiona, me folla con su lengua y yo... yo gimo y me retuerzo.

No me esperaba algo así, pero no es suficiente. El interruptor de mi placer se ha disparado y quiero más, mucho más. Miro a mi amo. Mientras nos contemplaba se había ido desnudando y su miembro está erecto, desafiante... justo lo que deseo.

Amo, ven, tu esclava te necesita, por favor,- le digo en apenas un murmullo

Jajajajajajajajajaaja, sabía que no aguantarías mucho, mi perrita siempre en celo. Ya sabes que se te han acabado los privilegios,- me dice acercándose a mí y poniéndome de nuevo mi collar

Ahora te quiero más obediente que nunca. ¡EMPIEZA A CHUPAR!

Completamente excitada y fuera de mí, me lanzo a chupar la polla de mi amo con fiereza, pero mi amo me retira la cabeza estirando de mi pelo hacia atrás

¡NO, PUTA!, no es mi polla lo que quiero que chupes, aún no te la has ganado. Quiero que le hagas a Ana una buena comida de coño por el placer que te ha dado. ¡DE RODILLAS! ¡YA!

Mientras Ana se coloca en la cama, abierta de piernas, yo bajo de ella de rodillas como una perra y completamente humillada por la negativa y la orden de mi amo. Tengo los ojos empañados por la dureza que he notado en su tono de voz y apenas si veo ese sexo abierto, depilado, húmedo y excitado que se me muestra. Nunca lo he hecho y si bien he probado mis propios jugos no puedo evitar un gesto de aprensión al acercar mi lengua. Ana por su parte, parece estar disfrutando de la situación y se pellizca los pezones esperando que yo empiece.


A mi amo no le pasa desapercibido mi gesto y cogiéndome nuevamente del pelo, me dice al oído:


Empieza ya y más te vale hacerlo bien. Tú me has llamado cuando podías haber disfrutado de tu libertad un rato más. No volveré a hacerlo. ¡ERES MÍA Y HARÁS SIEMPRE LO QUE TE ORDENE! Y por supuesto: ¡NO PUEDES CORRERTE!

No puedo hacerlo. La excitación que sentía se me ha ido del todo. Quisiera irme, pero mi amo no me permitirá que abandone.

Empiezo a lamer lentamente a Ana mientras noto a mi amo dirigirse hacia una bolsa, no la había visto al entrar, de ella saca una paleta. Va a azotarme. Lo sé. Noto como se coloca detrás mía. Utilizo mis dedos para abrir los labios de Ana y seguir explorándola con la lengua. Mi amo me obliga a abrir un poco más las piernas con la paleta, acaricia mi sexo y mi culo con ella cuando de repentes... ZASSSSSSSSSSS, ha empezado a azotarme las nalgas y el clítoris, no son golpes excesivamente fuertes, pero si lo suficiente como para empezar a excitarme de nuevo.

CHUPA, PERRA, MÁS RÁPIDO. FOLLALA CON TU LENGUA


Jaleada por las palabras y los azotes de mi amo y animada por los gemidos que empieza a soltar Ana, empiezo a mover mi lengua cada vez más rápido, cuando noto dos objetos que me penetran, son los dos vibras que mi amo pone en funcionamiento al máximo.

Mi amo me folla con ellos. Yo follo a Ana con mis dedos y mi lengua. La siento temblar, está a punto, sus manos aprietan mis cabeza contra su sexo y mueve las caderas con tanta fuerza que parece que sea ella la que se folla conmigo.

Cuando Ana llega al orgasmo, mi amo me ordena follarme con los dos vibras a la vez, se sitúa a mi lado y me mete su polla ya mojada en la boca. Sé lo que tengo que hacer y sé como le gusta. Así que me dedico a ello con avidez hasta conseguir que me llene con su leche. Como siempre, me la bebo toda, sin derramar una gota y sigo hasta dejársela bien limpia. Ahora que los dos están satisfechos, siento que estoy a punto de alcanzar el orgasmo, como siempre le pido permiso

NO, PERRA, AUN NO

Amo, por favor, te lo suplico

¿Estás muy excitada, perra?

Si amo

¿quieres correrte?

Sí amo

No, no puedes, no me ha complacido del todo tu comportamiento. Quizás en la siguiente habitación...

Y sacándome de un golpe los dos vibras, me ordena ducharme antes de seguir.

En la segunda habitación, había un amo vestido únicamente con un batín de seda, recostado en un sillón fumando, su esclava estaba a sus pies desnuda, con su collar de perra y en posición sumisa esperando órdenes...

lunes, 7 de marzo de 2011

Esclava del amor





- ¿No te he dicho que a partir de ahora han cesado de existir tus experiencias pasadas? Desde hoy... desde esta noche, eres mía. El único objetivo de tu vida es complacerme. ¡Ven!





La voz era imperiosa; el rostro, orgulloso como el de una águila romana.





En Diana se encendió de inmediato la ira.





- ¡¿Y yo no te he dicho que no me convertiré en tu esclava?!







Marco se puso en pie y la señaló.





- ¡Sí que eres mi esclava y pronto lo aprenderás!





- Quizás sea tu esclava, romano - replicó Diana con gesto atrevido -, pero no soy esclava en tu cama. ¡No sin azotes! ¿Eres capaz de disfrutarme después de haberme azotado ferozmente?





El general descendió las escaleras hacia ella. Aunque sin saber cómo, Diana se mantuvo inmóvil. Marco Magno se le acercó tanto que casi se tocaban.





- Te castigaré, pero mi arma no será el látigo. - Los ojos negros taladraron los de ella, dominándola con su presencia imponente.





"Tómame y llévame a tu lecho", gritó una voz perversa dentro de Diana.





Marco percibió el incienso egipco y también otra cosa, mucho más embriagadora. Su boca descendió hasta encontrar lade ella en un beso intenso y brutal, como para probarle que él era el amo, y ella, la esclava...





("Esclava de amor" ... de Virginia Henley)








domingo, 6 de marzo de 2011

Sumisa... ¿sin saberlo????





Mientras bailaba en el centro de la pista "sintió" su mirada aún antes de encontrarse con sus ojos... una mirada que la desnudaba y que la hacía sentirse terriblemente incómoda... una mirada que intentó desafiar manteniéndola... hasta que agachó los ojos avergonzada... o quizás era humillada... y no lo sabía.

A sus 20 años, había leído el deseo en los ojos masculinos en más de una ocasión... la diferencia esta vez era... que no era capaz de definir o de ver ese deseo... y se sintió frágil, indefensa, vulnerable... y en sus manos.

Cuando él se acercó no fue capaz de hacer nada por rechazar la mano que la cogió firmemente de la cintura y la sacó de la pista de baile. 





Se fué con él al rincón elegido sin decir una sola palabra, apoyó la espalda en la esquina, entre la barra y la pared, temblando, sintiendo una parte de su consciencia decirle que no podía hacer eso, que tenía que separase e irse, o darle un bofetón por su atrevimiento, y sin embargo... 





Dejó que la besara... que masajeara sus pechos y pellizcara sus pezones... sintió sus manos perderse por debajo de su corta e inmaculada falda blanca... le permitió correr sus braguitas y llegar al centro de su femeneidad... y solo cuando metió sus dos dedos dentro de su vagina fué consciente de su excitación... los gemidos fueron callados por su boca... y el orgasmo por el mordisco en el hombro de él.

Al terminar, él le dió a lamer sus dedos... le dió un suave beso en los labios que fué más un roce que otra cosa... y se marchó sin volver la vista atrás... 





Ella quedó confusa... avergonzada por lo que se había dejado hacer... y humillada por la forma en que él se había marchado... y nunca más volvió a verlo.

Una noche, 21 años después, entró en un chat con muchos nick's de Amos... en cuanto lo vió, una vena juguetona la incitó a cambiarse el nick y volver a entrar como "sumisa_novata"... y trescientos privados se le abrieron... unos francamente groseros... otros francamente pajilleros... otros curiosos... y unos pocos queriendo saber de ella... de sus intereses, sus expectativas, sus conocimientos...

No buscaba un Amo... conscientemente no lo hacía.

De entre todos ellos... un Amo la invitó a charlar en la intimidad del msn... y ella fué respondiendo a sus preguntas... y le contó que no buscaba... pero que había leido y que a veces se había excitado... y él siguió preguntando ese día... y al siguiente... y al otro... explorando sus deseos... sus costumbres sexuales... lo que le gustaba y lo que no... y ella también preguntó... y supo... y conoció... y un día le dijo: "quiero jugar pero tengo miedo"... y él respondió: "iremos tan despacio como sea necesario"... y ella empezó a dejarse moldear... como arcilla fresca entre sus manos.

Al mes habían dejado de jugar... tuvieron su primer encuentro real... y él se convirtió en su Amo... y ella en su sumisa...







(Escrito el 21-07-2006... cuando aún usaba pocos... puntos suspensivos, jajajjaaja).








sábado, 5 de marzo de 2011

Mirar hacia atrás





Dicen que... hacia atrás... ni para coger impulso.





Yo... estoy de acuerdo... pero sólo en parte... en la parte en que... mirar hacia atrás... te impida seguir caminando... 







Si lo pasado fue bueno... amable... y/o divertido... ¿por qué no hacerlo????.





Si lo pasado... fue todo lo contrario... de vez en cuando... habría que recordarlo... para no repetir... o para que no se nos olvide... lo que aprendimos... de esa parte.





Pero siempre... siempre... en ambos casos... sin permitir que... la vista atrás... detenga nuestro camino... y nuestro aprendizaje.





Uffffffffffffff... ¡que cosas nos pasan cuando empezamos!... ¿verdad?????.







Cuando yo lo hice... y empezaba a leer en foros de BDSM... me llamaba la atención... las "sumisas perfectas"... que parecía que... jamás tenían ningún percance... y al igual que pasa en las películas... nunca "aparecían" despeinadas... ni con el maquillaje corrido...





Yo tenía la impresión de ser... la más torpe de todas... uffffffffffff... si ejjjjj queeeee... todo parecía pasarme a mí... y la verdad es... que nunca me he considerado... ni tan especial... ni tan diferente a las demás... ni en lo bueno... ni en lo malo.





Así pues... un día... se me ocurrió empezar un hilo... en el foro en el que estaba registrada... Club Sumisión... 





Un hilo... con mi estilo... con mi sentido del humor... y con mis experiencias... desdramatizando en parte... cosas que se me hacían cuesta arriba... y así surge... "Como ser cyber sumisa y no morir en el intento".





He de reconocer que... el hilo... fue todo un éxito... de risas... y aportaciones... en medio de las cuales... se iban diciendo relatando experiencias reales... 





Aunque hace mucho que no participo en el foro... y muchas de las personas que hicieron crecer el hilo... ya no están... quiero... hoy... mirando hacia atrás... compartir las risas... esperando que os diviertan tanto... como a quienes participamos en él.





Y sobre todo... aunque siempre se lo agradecí a todas ellas... quisiera que este fuera... mi pequeño homenaje... a tod@s los que colaboraron...  y que vosotr@s... los que lo vais a leer por primera vez... disfrutéis tanto... como nosotr@s lo hicimos... en su momento.







viernes, 4 de marzo de 2011

Regalándome





Hoy quiero... regalarme un sueño...







Quiero regalarme... tu mirada limpia... a veces pícara... a veces cínica... a veces amable... a veces dura...





Quiero regalarme... tu sonrisa... y tu risa... alegre... maliciosa... 







Quiero regalarme... tus manos suaves... y duras a la vez...





Quiero regalarme... cuerdas... esposas... cadenas... y redes... que me mantengan atrapada... a tí... por tí... para tí...





Quiero regalarme... velas de colores... roja... blanca... azul... verde... negra... naranja... para que pintes mi cuerpo... con su cera...







Quiero regalarme... gato... fusta... vara... látigo... que vibren en el aire... que suenen... antes de azotar mi cuerpo...





Quiero regalarme... pinzas... vibradores... bolas chinas... anales... plug's... que te guste usar...





Quiero regalarme... la humedad de mi sexo... y la disposición de mis agujeros... para tu disfrute...





Quiero regalarme... el sentirme sumisa... perra... puta... zorra... guarra... lo que más te guste... 





Quiero regalarme... estar frente a tí... desnuda... vestida... de pie... de rodillas... tumbada... como más te apetezca...









Hoy quiero regalarme... a Tí...









miércoles, 2 de marzo de 2011

Dulce despertar





Ella duerme...





Él sube la calefacción... y se sienta cerca...







La contempla... piensa... siente...





La temperatura de la habitación sube... ella se destapa ligeramente...







Él sonríe al ver que... hasta en sueños... guarda un ligero pudor... pues su sexo permanece tapado...





Contemplándola... nadie diría que... despierta... es una perra hambrienta... una puta caliente... siempre dispuesta... a complacer sus deseos. 





¿Siempre????... ummmmmmmm... mejor comprobarlo...







Se desnuda... se tumba a su lado... de tal forma que... su polla... acaricia su culo.





Con suavidad... empieza a acariciar sus curvas... su pecho... su sexo...





Su polla crece... paralelamente a la humedad... del coño que acaricia.





Ella empieza a despertar... y se pega más a él... gimiendo... abriéndose para facilitarle el acceso... retorciéndose entre sus brazos...





Él le susurra al oído... "¿qué puedo hacer contigo, perra?"... "lo que quieras, mi Señor"... responde ella.





"Hoy tengo el deseo... de satisfacerte... ¿qué quieres?... ¿qué te apetece???".





Ummmmmmmmmm... ella se relame... saboreando ese momento dulce... que invita más al acto sexual... que a una sesión...





Mira sus ojos... su sonrisa... le pide un minuto... y permiso para levantarse... y él se lo concede...





Con rapidez... saca los juguetes... los deja cerca de él... y se arrodilla... ofrecida...





"Señor... ¿quién soy yo para decidir?... ¡haz conmigo... lo que desees!!!!".








martes, 1 de marzo de 2011

arcilla de Alfarero



Tantas veces te deseé de arcilla
De la que duerme a la vera río…
Sueños, solo sueños de alfarero.
Primero te ansié de barro tosco
Repleta de hermosas impurezas,
Pero resultaste del caolín más puro.
Te escarche entre ríos de sueños,
Con mis manos hurgando tu esencia
Sajelé piedras y sajelé ansias.
Y del torno, ese que es hermano
Del mundo y padre de la creación,
Fuiste tomando forma, alojando vida,
Reflejando la verdad inherente
Al alma desnuda del alfarero…
Y te ansié sin ansia alguna.

Juan Andréu