* Amo, por favor te lo suplico, no puedo más, necesito descansar,- rogué con los ojos húmedos por las lágrimas deteniéndome de golpe ante la puerta de la siguiente habitación
* ¿Tan cansada estás?,- me dijo observándome con ojo crítico
* Sí, amo,- le contesté mirándole a los ojos
Mi amo se acercó a mi lentamente. Yo temblaba. Cogió mi rostro entre sus manos y me besó la boca como solo él sabe hacerlo. Mi espalda estaba pegada a la puerta de la habitación. Su cuerpo aplastaba el mío. Muy despacio, fue subiendo mis manos hasta colocarlas encima de mi cabeza, sin dejar de besarme. Sujetó ambas manos con una sola de la suyas. Se separó un poco de mí y bajo su boca a mis pezones que enseguida respondieron endureciéndose. Un destello de luz brilló en sus ojos y en su boca se dibujó una sonrisa irónica. La mano que le quedaba libre fue recorriendo mi cuerpo, bajando en una suave caricia por mi cuello hasta llegar a mi pecho, lo acarició, lo amasó, jugueteó con él y empezó a darle tirones al pezón, no demasiado fuertes. Continuó el descenso por mi costado, mi vientre, hasta llegar a mi sexo. Su boca estaba muy cerca de la mía, pero no me besaba. Sus hábiles dedos se perdieron dentro de mí y un gemido se escapó de mi garganta. Sentía la dureza de mi amo contra mí, su boca tan cerca, inmovilizada contra la puerta, la excitación iba creciendo al ritmo de sus dedos en mi sexo.
* Amo, que rico, como me gusta, ummmmmmmmm
* Estás muy caliente, perrita, ¿quieres que pare?
* No, amo, sigue por favor, haz lo que quieras conmigo
* ¿ya no estás cansada, putita mía?
* Ohhhhhhhhhhh, sí, amo, pero...
Bruscamente se separó de mí soltándome, dejándome vacía, desconcertada y terriblemente humillada, al darme cuenta que de nuevo volvía a estar en sus manos.
* No tendrás otra oportunidad como esta, esclava. Tú decides: o te marchas ahora mismo para no volver, o entras en esa habitación y te sometes a mi voluntad
Después del paso por la tercera habitación, las piernas me temblaban, no solo por todo lo acontecido en ella, sino porque aún me quedaba por entrar en una cuarta habitación (leer capítulos anteriores). Una habitación ocupada por un ama impresionante, vestida con un traje de cuero rojo brillante que golpeaba sus altísimas botas con una fusta mientras se paseaba impaciente y a pesar de su belleza daba miedo... Es lo que esperaba encontrar en aquella habitación, lo que mi amo me había mostrado antes de decidir que tendría que entrar en aquellas cuatro habitaciones. Ya había estado en tres, solo me quedaba atravesar esa puerta... o alejarme de mi amo para siempre... Y no pude alejarme.
Con cierto temor, giré el pomo de la puerta y entré. Lo cierto es que la habitación estaba vacía. Sorprendida, me giré hacia mi amo que me observaba divertido:
* Jajajajajajajajaja, putita mía, no creas que la fiesta ha terminado, volverás a esta habitación más tarde, ahora vamos a salir, pero antes quiero prepararte. Súbete a la cama. El pecho contra la colcha. Las manos en tu espalda. Tu culo y tu sexo bien expuesto y las piernas separadas, para que te coloque los complementos que te faltan, jejejejejejejejjejeje, estoy seguro de que te gustarán.
Colocada tal y como me había ordenado, mi amo exploró mis agujeros que se abrieron sin dificultad ante su contacto. En mi sexo ya mojado, introdujo un huevo vibrador; en mi culo metió otro pequeño vibrador, después de estirar bien mi clítoris, me colocó un cinturón de castidad muy especial: dos tiras quedaban fuera de mis labios y otras dos dentro dejando bien marcado y expuesto mi clítoris que en este momento estaba en su punto de mayor tamaño. Apretó las tiras un poco, las cruzó con las que me rodeaban la cintura, colocó bien el hilo del culo y le puso un candado, guardándose la llave en uno de sus bolsillos, junto con los mandos a distancia de los vibradores. Seguidamente, me hizo poner de pie, con las manos detrás de mi cuello para que mis pechos se elevaran y las piernas abiertas para observar el efecto de mi clítoris entre las tiras del cinturón de castidad. Satisfecho con el resultado, colocó alrededor del cuello mi collar de perra y después de darme varios azotes en el culo y pellizcarme los pezones, me ayudó a ponerme un abrigo cruzado, sin botones, atado con un sencillo cinturón y nos marchamos.
Tras un breve trayecto en coche llegamos a una cafetería.
Mi amo se dirigió a la barra donde nos esperaba una mujer bellísima, increíble, escultural en sus formas, espectacular en su vestimenta. Yo caminaba con la cabeza alta, tal y como le gusta a mi amo. Orgullosa de ser su sumisa. Pero a aquella mujer no le gustó nada que la mirara a los ojos y lo primero que hizo fue prometerme 10 azotes por mi altivez.
Un camarero se acercó a nosotros y nos hizo pasar a un reservado en la parte alta del local. Una amplia mesa y tres sillas era todo el mobiliario. Un nuevo error por mi parte al sentarme sin pedir permiso hizo que otros 10 azotes se añadieran a la cuenta. Lógicamente, me puse de pie de inmediato y esperé las órdenes oportunas dispuesta, en lo posible, a no cometer más errores.
Mi amo soltó el cinturón del abrigo que se abrió inmediatamente, mostrando mi desnudez. Con un gesto me indicó que me lo abriera del todo y me mostrara bien. En ese momento, entró de nuevo el camarero con las bebidas y yo en un acto reflejo, me cubrí con rapidez. Al marcharse, mi amo dijo:
* ¿Alguien te ha dado permiso para taparte?
* No amo,- respondí roja por la vergüenza al haber cometido otro error
* Tendrás 20 azotes más por eso. Ahora, quítate el abrigo y muéstrate,- dijo mi amo
Mi amo sacó la llave y los dos mandos a distancia y los dejó en la mesa, al lado de la bebida del ama.
Ama Lucía cogió la llave y me quitó el cinturón de castidad. Al cesar la presión, sentí mis jugos resbalar entre las piernas. Me autorizaron a sentarme entre los dos, las piernas abiertas fueron atadas a las patas de la silla. Las manos detrás con el cinturón de mi abrigo. Los vibradores tienen diferentes velocidades y el ama se dedica a juguetear con ellas, poniendo unas veces más rápido el de mi sexo, otras el de mi culo, otras los dos al máximo y otras... otras los pone a una velocidad desesperadamente lenta. Mi amo me recuerda al oído que tengo prohibido correrme y yo muerdo mis labios para acallar los gemidos que se me escapan, pero nada puede ocultar mi respiración agitada y mi pecho subiendo y bajando. Mis manos, atadas, intentan controlar el temblor que sienten junto con todo mi cuerpo. Muy bajito, empiezo a suplicarle a mi amo que me permita correrme, pero una y otra vez mi amo me niega ese placer. Mi cara es indescriptible: por un lado la proximidad del orgasmo, por otro, el sufrimiento y el esfuerzo por controlarlo. Intenté controlarme todo lo que pude, pero pronto mis gemidos empezaron a hacerse más audibles.
* Amo, por favor
* Por favor ¿qué?
* Quiero correrme
* No puedes, no tienes permiso
* Amo te lo ruego
* NO
* Por favor, amo, te lo suplico, no aguanto más
* Tendrás que hacerlo o te castigaré muy duramente
* Amo no puedoooooooooooooooooo
Justo en es momento, ama Lucía apagó los dos vibradores a la vez. Me hizo expulsar el huevo vibrador de la vagina, introdujo un hielo de su bebida en su lugar y volvió a meterme el huevo.
* ¿Alguna vez se ha corrido tu perra en público, Javier?
* No, Lucía, nunca
* Mmmmmmmm, siempre hay una primera vez para todo, ¿no te parece?,- le dice a mi amo, lasciva, pasándose la lengua por los labios
* Jajajajajajajajajajaja,¿en qué estás pensando?
* Mmmmmmmmmmm, ya lo verás.
Aturdida aún por el orgasmo que no llegó, siento como me desatan y me colocan el abrigo. Cambiamos de sitio. Caminamos por la playa cruzándonos con varias parejas. Debemos de parecer un extraño trío. Mi amo tiene una mano encima de mi hombro que desliza de vez en cuando hasta uno de mis pezones para pellizcarlo. Ama Lucía, me lleva cogida por la cintura y de vez en cuando da un azote en mi culo. Los vibradores hace rato que están a máxima potencia y yo ya no aguanto más. Me paro y le digo a mi amo que me perdone pero que me voy a correr. Me gira juntando su sexo con el mío y me abraza fuerte. Ama Lucía se pone detrás, su sexo en mi culo y sus pechos aplastándose en mi espalda.
* NO TIENES PERMISO PARA CORRERTE
* Amo, me correré aunque no tenga permiso, no puedo controlarlo
* TE CASTIGARÉ MUY DURO SI LO HACES ¿QUIERES CORRER EL RIESGO?
* Sí amo, aceptaré el castigo que quieras pero permite que me corra, te lo suplico... te lo ruego... por favorrrrrrrrrrrrrrrrrrr
* Está bien, puta, puedes correrte, luego recibirás tu castigo por no haber podido aguantar
* Siente la polla de tu amo, CORRETE PERRA, AHORAAAAAAAAAAAA
* Va a ser un auténtico placer follarme a una puta como tú,- me dice el ama Lucía
Con estas y otras frases, ambos amos me hacen llegar al orgasmo. De pie, entre los dos, mi cuerpo se estremece, las piernas me flaquean y me dejo caer avergonzada a la arena de la playa, de rodillas, con la cabeza agachada y temblando.
Durante unos minutos, ambos me contemplan con una sonrisa de complicidad entre ellos, esperando que me relaje un poco. Me ordenan que me ponga de pie de nuevo. Esta vez, mi amo se sitúa a mi espalda y pone mis manos alrededor de su cuello. Ama Lucía abre un poco mi abrigo exponiendo mis pechos. Mi amo juega con ellos desde atrás. Ama Lucía saca el pequeño vibrador de mi culo, me lo da a chupar y se lo guarda. Lo mismo hacemos con el huevo de mi sexo. Después de que ambos me acaricien, exploren, pellizquen y azoten a su antojo, proseguimos nuestro camino hacia una nueva cafetería. El ambiente es aquí más íntimo. Esta vez espero que ama Lucía me autorice con un gesto a sentarme entre ellos. Mete un dedo en mi sexo con disimulo. Seguramente nadie se ha dado cuenta de ello, pero yo sí que pienso que cualquiera nos vé, por lo que el morbo y la excitación por la exhibición está garantizado, junto con la sensación de vergüenza y/o humillación.
Satisfecha con el reconocimiento, me ordena coger un hielo de mi bebida, ir al baño y metérmelo. Al sentarme de nuevo a su lado, vuelve a meter dos dedos para "comprobar" que la he obedecido, con sus dedos me folla un poco, metiendo el hielo más adentro y al sacarlos, me dá a lamer sus dedos mojados de agua y mis jugos. Mi amo se dedica por entero a pellizcar mis tetas y mis pezones y yo estoy de nuevo al borde del orgasmo. Ama Lucía, sin parar de follarme con sus dedos le dice a mi amo que a partir de ahora me permita correrme sin pedir permiso hasta nueva orden y mi amo se lo concede. Oír eso hace que mi respiración se acelere y que me corra sin pensarlo.
Después de terminar las bebidas, nos dirigimos los tres al hotel. En el coche, ambas mujeres nos sentamos detrás. Me hacen quitarme el abrigo antes de entrar. Me ordena ponerme de rodillas en el asiento del coche y azota mi culo. Saca dos vibradores y a máxima potencia los mete en mis dos agujeros. Me folla con ellos. Muy despacio al principio. Mi amo observa por el espejo retrovisor. Conforme va aumentando el ritmo del mete-saca de los vibradores yo también me revuelvo más rápido, ni siquiera soy consciente de las pinzas. El coche circula lentamente por la ciudad. En un semáforo en rojo, otro coche con 4 chicos jóvenes se dan cuenta de la situación. Uno de ellos enseña su polla dura mientras se masturba. Yo cierro los ojos humillada, como una niña, pienso que si no lo miro él tampoco me verá a mí, pero mi amo me ordena que los abra y que observe bien lo que hace ese muchacho.
* Imagina que es mi polla en tu boca
* Muéstrale a esos chicos como se corre MI PUTA mientras la follan por el culo y por el xoxo
* Correte como la perra en celo que eres... MI PERRA
* Venga puta, ¿a qué esperas?
Ama Lucía ha incrementado el ritmo y junto con las palabras de mi amo llego de nuevo al orgasmo. También el chico del otro coche se ha corrido y su leche ha llegado hasta los cristales del nuestro. Ama Lucía, recoge un poco con dos dedos y me los dá a lamer. Los chicos lanzan un grito de júbilo y se pierden entre el tráfico.
Sin haberme recuperado, mi amo detiene el coche ante el hotel. Aunque me dejan ponerme el abrigo y cruzarmelo, no me permiten abrochármelo, por lo que se va a abriendo a cada paso que doy, llenándome de vergüenza.
* ¿Satisfecha, puta?
* Sí, amo, gracias
* Me alegro, así soportarás mejor lo que te espera.
Nada más entrar al ascensor, me quitan de nuevo el abrigo. Enganchan una correa al collar y me hacen arrodillarme en el suelo, las manos encima de mis muslos y la cabeza gacha. En el segundo piso, el ascensor se para y un hombre entra. Solo veo sus relucientes zapatos. "Me voy a morir de la vergüenza" (pienso). El hombre se percata enseguida de la situación.
* ¿A quién de los dos pertenece esta perra?
* Es mía
* 50 € si me la chupa ahora
* Mi puta es cara. Ciento veinte, y no puedes correrte en su boca ni mancharla
* Doscientos y se lo traga todo dejándomela limpia
* Trescientos
* Cuatrocientos, las manos en la espalda, es azotada durante todo el tiempo que dure la felación y se lo traga todo sin derramar una gota. Si lo hace podré follarmela
* Quinientos y cerramos el trato.
El hombre asiente, se quita el cinturón y lo usa para atar mis manos a la espalda. Mi amo se quita el suyo y se lo tiende a ama Lucía, ella va a ser la encargada de azotarme. El ascensor sube y baja. No hace ninguna parada. Siento mis mejillas ardiendo humillada completamente y como las lágrimas pugnan por salir. Nunca mi amo me había alquilado. El restallar de un cinturón a mi lado me saca de mis pensamientos. El pene de ese desconocido está delante de mí. Empiezo a lamérsela muy despacio, probándola, pero el desconocido no está dispuesto a ir despacio como a mí me gusta. Me coge del pelo y empieza a follar mi boca sin ningún miramiento. Me la mete hasta la garganta y la deja varios segundos allí provocándome náuseas para seguir follándome. Ama Lucía está pendiente del ritmo de ese hombre y lo acompaña con los azotes. Mi culo debe estar rojo, me duele, me está azotando muy fuerte. No puedo seguir el ritmo, pero tampoco hace falta, solo tengo que dejar a ese hombre que meta y saque la polla de mi boca a su antojo. Concentrarme en que no caiga una sola gota en el momento que se corra. No quiero que me folle. Cuando llega el momento, trago todo lo deprisa que puedo y consigo que solo un par de gotas resbalen por la comisura de mis labios. Me apresuro a recogerlas con mi lengua y le limpio bien la polla. Los azotes han cesado, pero noto mi culo palpitando por la intensidad de los golpes, seguramente no podré sentarme en algún tiempo. Cinco billetes de 100 euros caen al suelo. Mi amo me hace recogerlos con la boca y dárselos. Por un momento, levanto mis llorosos ojos hacia él.
* Buena perra,- me dice haciendome una caricia. Yo le lamo los dedos con devoción al sentir su orgullo
* Esta es mi tarjeta, si alguna vez quieres que se follen a tu puta, llámame.
El desconocido recoge su cinturón y sale del ascensor sin decir una palabra más, sin dirigirme ni una mirada. ¿Por qué habría de hacerlo?...
El ascensor por fin se para en nuestro piso. Salgo detrás de los dos amos a cuatro patas por todo el pasillo.
* ¿Tienes sed, perrita?,- me pregunta ama Lucía
* Sí señora,- respondo completamente seca
En un plato echa un poco de agua y la pone en el suelo delante de mí. Cuando voy a beber, lo retira un poco. Me hace caminar por toda la habitación detrás del plato. Al final consigo beber. Aún no lo hago como una buena perra y me cuesta, pero consigo calmar mi sed.
En silencio, contemplo como encima de una mesa van colocando diferentes herramientas: pinzas, cera, cuerdas, gomas, fusta, consoladores, vibradores, esposas de cuero, arneses, bolas, etc...
Entre los dos me atan a dos columnas, los brazos bien altos y separados, las piernas bien abiertas. "Ohhhhhhhh, noooooooo", ama Lucía ha cogido la fusta, mi culo no aguantará más azotes. Mi amo coge pinzas de madera, las que tanto odio, las reservadas para los castigos.
* Amo, no, por favor te lo suplico, no lo resistiré,- digo, mientras intento en vano soltarme de las dos columnas
* Aguantarás esto y más, perra
* No, amo, de verdad que no puedo, te lo ruego
* Aguanta, PUTA ESCLAVA, es lo mínimo que te mereces por desobedecer a tu amo. Diez azotes, esclava, solo diez azotes sin gritar o cada grito será un azote más y una pinza. Cambiaste tu orgasmo en la playa por un castigo, cumple tu palabra.
Sin previo aviso, ama Lucía me da el primer azote en las nalgas. Ha sido horrible y... he gritado mientras mi cuerpo se estremecía por el dolor y mis manos se aferran a las cuerdas a las que estoy atada. Una pinza va a parar al pezón derecho.
Un segundo azote, con más fuerza que el anterior... un nuevo grito... otra pinza.
Nueve... diez... once... doce... pierdo la cuenta de los azotes y de las pinzas. El dolor es insufrible. Ruego piedad a mi amo. Suplico clemencia a ama Lucía. Todo es en vano. Ama Lucía parece disfrutar con mi dolor. Cada vez sus golpes con la fusta son más fuertes que el anterior. Intento no gritar mordiéndome los labios, pero es imposible no hacerlo. Mi rostro está bañado por las lágrimas.
Apenas soy consciente de que los golpes han cesado. El flash de una cámara de fotos me deslumbra. Delante de mí hay un espejo. Mi amo me obliga a mirarme. No puedo creer lo que veo. Mis pechos y mis sexo están llenos de pinzas. ¿Cuántas serán?. No quiero mirarme, me siento muy humillada. Nunca me han gustado los espejos. Pero sobre todo, me humilla ver mi cara llorosa. Un minuto más y las pinzas son retiradas de mis pechos y de mi sexo. Todo mi cuerpo se estremece de dolor. Me siento desfallecer.
Mi amo pasa una esponja mojada en agua fría por todo mi cuerpo, aliviando un poco mi dolor. Respiro profundamente tratando de serenarme. Con sus manos masajea mis pechos aliviándolos. Lo mismo hace con mi sexo. Introduce dos dedos y poco a poco va excitándome. Sabe perfectamente que excitada soportaré mejor el dolor... en realidad, soportaré cualquier cosa que me haga... incluso aunque lo niegue y grite que no puedo más.
* ¿Preparada para continuar?
* Sí, amo, lo que tu desees
Ama Lucía se acerca con un objeto que no he visto nunca: son dos tablas finas, de unos 40-50 cm. de largo y dos dedos de ancho, van unidas en los extremos por dos tornillos en cada lado y una palomilla. Mi amo agarra bien mis pezones y empieza a estirar hacía él todo lo que dan de sí. Ama Lucía pone una tablilla por debajo de mis pechos y la otra por encima y empieza a girar las palomillas todo lo que puede. Un brillo malévolo se refleja en sus ojos. Cuando están bien apretadas, mi amo suelta mis pezones y pone una pinza en cada uno de ellos. Menos mal que esta vez ha elegido las metálicas, aún así el dolor es intenso. Intentan hacer lo mismo con dos tablillas mucho más pequeñas en mi clítoris, pero la presión no les convence y terminan poniéndome otra pinza.
Mi amo se coloca detrás de mí y empieza a jugar con un vibrador en la entrada de mi vagina. Lentamente, muy, muy lentamente, empieza a follarme con él. Mientras tanto, ama Lucía ha encendido una vela y empieza a derramarla por mis pezones. Gota a gota. Quema. Excita. Me encantan mis pechos llenos de cera y sé que a mi amo también. No importa que ama Lucía no lo haga con el cuidado de mi amo. A él lo tengo detrás follándome cada vez más rápido y me gusta. Luego llega el turno de llenar de cera mi clítoris, el pubis, los labios. Ya no sé si grito de dolor o de placer. Estoy totalmente desorientada. Creo que me he corrido, pero no puedo asegurarlo. Estoy extenuada y pierdo el conocimiento, aunque no podría decir el tiempo que estoy sin sentido.
Cuando abro los ojos, mis pechos han sido liberados aunque permanecen con la cera. Lo mismo sucede con mi sexo. Mis manos están atadas juntas a la cabecera de la cama y..... y..... ¡Ama Lucía me está follando con un arnés puesto mientras mi amo me sodomiza!!!!. Cuando se dan cuenta que he salido del letargo, aumentan el ritmo. Están perfectamente sincronizados y yo... yo estoy terriblemente excitada por la situación. Ni siquiera recuerdo el dolor de un rato antes. Solo el placer del momento. La excitación. Hacer feliz a mi amo. Que goce de su esclava. Incomprensiblemente, los tres llegamos al orgasmo a la vez... y nos dejamos caer en los brazos de morfeo.
FIN
P.D. Este relato, como todos los que forman parte de las cuatro habitaciones, también es ficticio, fruto de la imaginación de la autora y del deseo de quien era su amo en ese momento.